Félix Rubén García Sarmiento ( Rubén Darío ) ( 1867-1916 ) |
Caracol
En
la playa he encontrado un caracol de oro
macizo
y recamado de las perlas más finas;
Europa
le ha tocado con sus manos divinas
cuando
cruzó las ondas sobre el celeste toro.
He
llevado a mis labios el caracol sonoro
y
he suscitado el eco de las dianas marinas,
le
acerqué a mis oídos y las azules minas
me
han contado en voz baja su secreto tesoro.
Así
la sal me llega de los vientos amargos
que
en sus hinchadas velas sintió la nave Argos
cuando
amaron los astros el sueño de Jasón;
y
oigo un rumor de olas y un incógnito acento
y
un profundo oleaje y un misterioso viento...
(El
caracol la forma tiene de un corazón.)
Alaba
los ojos negros de Julia
¿Eva
era rubia? No. Con negros ojos
vio
la manzana del jardín: con labios
rojos
probó su miel; con labios rojos
que
saben hoy más ciencia que los sabios.
Venus
tuvo el azur en sus pupilas,
pero
su hijo no. Negros y fieros,
encienden
a las tórtolas tranquilas
los
dos ojos de Eros.
Los
ojos de las reinas fabulosas,
de
las reinas magníficas y fuertes,
tenían
las pupilas tenebrosas
que
daban los amores y las muertes.
Pentesilea,
reina de amazonas;
Judith,
espada y fuerza de Betulia;
Cleopatra,
encantadora de coronas,
la
luz tuvieron de tus ojos, Julia.
La
negra, que es más luz que la luz blanca
del
sol, y las azules de los cielos.
Luz
que el más rojo resplandor arranca
al
diamante terrible de los celos.
Luz
negra, luz divina, luz que alegra
la
luz meridional, luz de las niñas,
de
las grandes ojeras, ¡oh luz negra
que
hace cantar a Pan bajo las viñas!
Divagaciones
Mis ojos espantos han visto,
tal ha sido mi triste suerte;
cual la de mi Señor Jesucristo,
mi alma está triste hasta la muerte.
Hombre malvado y hombre listo
en mi enemigo se convierte;
cual la de mi Señor Jesucristo,
mi alma está triste hasta la muerte.
Desde que soy, desde que existo,
mi pobre alma armonías vierte.
Cual la de mi Señor Jesucristo,
mi alma está triste hasta la muerte.
El canto errante
El cantor va por todo el mundo
sonriente o meditabundo.
El cantor va sobre la tierra
en blanca paz o en roja guerra.
Sobre el lomo del elefante
por la enorme India alucinante.
En palanquín y en seda fina
por el corazón de la China;
en automóvil en Lutecia;
en negra góndola en Venecia;
sobre las pampas y los llanos
en los potros americanos;
por el río va en la canoa,
o se le ve sobre la proa
de un steamer sobre el vasto mar,
o en un vagón de sleeping-car.
El dromedario del desierto,
barco vivo, le lleva a un puerto.
Sobre el raudo trineo trepa
en la blancura de la estepa.
O en el silencio de cristal
que ama la aurora boreal.
El cantor va a pie por los prados,
entre las siembras y ganados.
Y entra en su Londres en el tren,
y en asno a su Jerusalén.
Con estafetas y con malas,
va el cantor por la humanidad.
En canto vuela, con sus alas:
Armonía y Eternidad.
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