Agachado
me encuentro en la trastienda del bar, escondido entre barriles de
cerveza vacíos, que en un descuido del camarero allí fui a parar.
No fue casualidad mi elección, sino un plan premeditado para poder
observarla sin ser visto, sin que ella supiera que mi mirada la
estaba buscando. De esta manera, la podría mirar, sin apartar mis
ojos como símbolo de vergüenza, cada vez que ella movía la cabeza
hacia donde yo estaba, pues tenía miedo no poder soportar en su
mirada algún atisbo de desprecio aun desconocido. Realmente no sé
cuáles fueron mis motivos, pero allí me encontraba como un
pervertido en busca de su presa.
La
verdad es que nunca la había visto por detrás, siempre de enfrente,
detrás de la barra del bar.
El
no ver esta parte de su cuerpo me hacia imaginar que tendría unas
piernas esbeltas como de bailarina... y lo que estaba viendo no se
alejaba mucho de lo que mi fantasía había imaginado. En aquel
instante me hubiera gustado ser un gran poeta para describir aquello
que tenía por encima de sus piernas y las únicas palabras que
invadían mi cabeza eran: “menudo pedazo de culo que tiene”.
Ya
sé que las palabras son vulgares y no tiene nada de poesía pero
cuando salen del interior, refiriéndome al corazón eso no las
convierte en poesía. Dejando las reflexiones profundas aun lado y
basándonos en la simple pasión, por mi cabeza solo pasaba la idea
de acercar mi mano a sus piernas para tocarlas, para subir mis dedos
a través de ellas para llegar a su trasero y estrujarlo con la
mano... y mil pensamientos más que no voy a describir pues
sonrojarían al que leyera mis palabras. Mientras mi mente fantaseaba
con aquella escena que casi se estaba volviendo real, una mano salió
de la nada y en su culo fue a aparar. Una rabia me envolvió haciendo
me casi salir de mi escondite para impedir que otro tocara el objeto
de mi deseo, pero algo me lo impidió. Ya sea la vergüenza o la
humillación, la timidez o el ridículo no lo sé, solo me quede
quieto observando queriendo averiguar quien estaba tocando el objeto
de mi devoción. Alce la mirada y pude ver al camarero que había
esquivado anteriormente con una sonrisa, que era correspondida por
otra de ella. Quería imaginar que la sonrisa de ella era de puro
asco y compromiso al sentir que aquel cerdo ponía sus manos sobre
ella, pero no era así era de pura complacencia.
El
mundo se me cayo encima, mi imaginación me había hecho volar tan
alto, que nunca pensé que aquel culo podría ser de otro, supongo
que será el problema de no ver a través de las barras de los bares.
Mi rabia aumentaba cada vez que veía esos dedos agarrando y sobando
su trasero y como ella no apartaba la mano de él. Al cabo de
un rato le apartó la mano y se fue a servir una mesa, ya tranquilo y
desolado di un último vistazo aquello que nunca sería mío. No sé
cuanto tiempo paso hasta que asumí la situación y mi rabia se
desvaneció, decidí que era el momento de irse. Así que
aprovechando que la camarera salia un momento de la barra, me moví
con rapidez y me dirigí hacia la puerta, sin antes echar una mirada
atrás y pensar que tonto es al amor hasta que descubres la verdad
que se esconde tras la barra de un bar.
5 Comentarios
Lástima, pero los sueños sueños son.
ResponderEliminarBuen ritmo,buena historia en la que uno se adentra con gusto.
Saludos.
Gracias. Un saludo en el tiempo
ResponderEliminarTras la barra, las cortinas, tras el momento vívido,tras la mascara...
ResponderEliminarComo ya sabes y te digo siempre, no dejes de escribir por que invitas a leer. Besos!!
LO HACES BIEN, ASÍ QUE CONTINUA!Pero tu personaje si que era un poquito pervertido, un poquito mirón si no otra cosa.
ResponderEliminarPara el no era ser un mirón, sino ver y no tocar por su extrema timidez.
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