No
quiso bailar
ni
con la más fea del lugar,
sus
pies eran deformes
su
cuerpo un chiste mal contado.
Sus
dedos gordos
no
sabían tocar
ni
la más dulces de las flores,
ni
sus suaves pétalos aterciopelados.
Su
caminar mareaba
si
seguías su compás
por
eso lo llamaban
el
barco en una tempestad.
Sus
ojos no tenían color
su
pelo desierto era,
y
sus hombros montañas
cubiertas
de nieve perpetua.
Aun
así el caminaba
no
importando el lugar
ni
la compañía
ni
el compás.
Sabía
que la felicidad
no
era su aspecto,
ni
su forma de bailar
pero
la sociedad
cruel
y desoladora
lo
escondió en la botella
que
te hace perder
el
concepto de la realidad.
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