Desde
pequeño siempre quise volar a las estrellas, descubrir nuevos
mundos, en los que encontrar seres diferentes, animales y plantas que
solo había visto en mi imaginación. Lugares en los que la humanidad
pudiera crear nuevas sociedades, en las que no se cometieran los
errores que tanto sea repetido en la que vivimos ahora.
Planetas
en los que todos seriamos iguales y en las que no habría injusticia,
pues mirando lo que dejábamos atrás nos damos cuenta que no es un
modelo a seguir. Poder viajar a la velocidad de la luz o mejor, a
través del hiperespacio, ese invento tan genial de los escritores de
ciencia ficción, para poder saltarse esas barreras que los físicos
han creado, para hacernos ver que nuestro conocimiento es limitado
pero no nuestra imaginación. Viajar plegando el espacio, otra manera
de recorrer grandes distancias,a años luz de nuestra vieja tierra
para descubrir planetas en los que el hombre pudiera habitar sin
destruir su ecosistema.
El
espacio es tan amplio y nos negamos mirar en el centrándonos en un
minúsculo planeta llamado tierra, en la que unos pocos dominan a
todos haciéndonos creer que somos libres.
Pero
pasaron los años de juventud y poco a poco me di cuenta de que el
hombre no mira al espacio, no le interesa, pues no hay que competir
entre potencias. La luna no era de plata y las estrellas no eran
diamantes, pues si hubiera sido así os garantizo que ya estaríamos
en ellas. Nos agarramos a la tierra como si fuera lo único
interesante que existiera en el universo, para unos pocos lo es, ya
que la tierra es su cortijo, en el que hacen y deshacen lo que
quieren, mientras la gente somos meros espectadores.
Una
tierra explotada, llena de odio, guerras, hambrunas y desesperación.
Unos pocos la ven como la madre tierra y luchan para que esto no sea
así, pero son pocos y en la mayoría de los casos se les trata como
locos, que están fuera de la realidad. Si ellos son locos que os
puedo ni decir de los que miramos a las estrellas, los que pensamos
que en la tierra somos como hormigas limitadas, por un hormiguero,
llamado planeta azul.
La
edad me quita la ilusión de poder ver más lejos de las cuatro
paredes que me rodean, que son hermosas y de diferentes colores y que
me maravillan cada vez que los contemplo, pero me limitan en mi
expansión de ver los hermosos colores que nos encierra el espacio.
Sentirme como un descubridor, que llega aun nuevo lugar, no para
conquistarlo, sino para aprender de él, para no cometer errores del
pasado. Lo único que me queda es cerrar los ojos e imaginar que
estoy sentado en una nave espacial que viaja entre las estrellas,
aunque cuando habrá los ojos estaré sentado en una silla blanca y
solitario bajo la hermosa cúpula de nuestro cielo azul.
8 Comentarios
Me encantó tu relato. Sabes? Hay personas que no están limitadas de espacio y sin embargo jamás observaron las estrellas porque no valoran la naturaleza. Saludos
ResponderEliminarMe encantó tu relato. Sabes? Hay personas que no están limitadas de espacio y sin embargo jamás observaron las estrellas porque no valoran la naturaleza. Saludos
ResponderEliminarCierto a veces no hay que cegarse en lo cercano, sino mirar hacia lugares más lejanos, y en la maravillas que nos rodean y gracias
ResponderEliminarNo todas las realidades son como nos hacen creer, el mañana, tal vez se llegue a establecer la raza humana en otro planeta, después de destruir este en que vivimos de prestado. Bajo el universo maravilloso que nos rodea, pierde tu mirada y sigue dotando de magia a tus letras. Besos!!
ResponderEliminarGracias como siempre Maríjose Luque Fernández. Un fuerte abrazo.
ResponderEliminarMuy bueno! Parece un ida y vuelta, de lo particular a lo universal, con el pensamiento utilizado de nave.
ResponderEliminarMuy bueno! Parece un ida y vuelta, de lo particular a lo universal, con el pensamiento utilizado de nave.
ResponderEliminarSIN PALABRAS MUY BIEN POR SU RELATO
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