El Oráculo



Allí sentado en el bar, donde un día caí y no me supe levantar Muchas veces lo he intentado, pero una fuerza superior, incluso me parece que casi divina, me mantiene amarado como un buque mercante en dique seco. Tengo una silla asignada, un camarero está a mi servicio, incluso a un tipo de bebida le han puesto mi nombre. En la mesa en la que me encuentro parezco el oráculo de delfos, pero en vez de velas, y olores agradables de miles de flores recién cortadas, estoy rodeado por botellines de cervezas vacías y por el olor a sudor y alcohol que desprenden los borrachos del local. La gente se me acerca y me pide consejo y en vez de darme una moneda de oro me invita a otra cerveza.
Intento recordar como empezó todo, como me vi envuelta en esta situación , pero la memoria me falla y no sé si lo que contaré será verdad o fruto de mi imaginación.
Recuerdo que era un día cualquiera, en el que mi estado de ánimo era flojo por cualquier causa, con la mirada perdida, con los ojos rojos por el alcohol o la pena no lo sé la verdad, con barba de varios días y aspecto desaliñado, una figura se me acerco, no sé si era un hombre o una mujer, solo recuerdo recuerdos sus palabras cuando se quedó parado frente a mí.

-¿Cuándo voy a morir?- me dijo aquella silueta perdida en los recuerdos de la bebida que corría por mis venas.

Levanté la vista cansada, los ojos me pesaban y la cabeza me daba mil vueltas, y pensé que coño me está diciendo, no ve que soy un simple borracho que quiere ahogar sus penas.
Sin levantar la mirada y en plan irónico le conteste:

-Cuando salgas por esa puerta-

Cómo iba a saber que aquellas palabras dichas por la boca de un espectro alcoholizado enlazarían mi destino aquella silla, pues aquella persona nada más salio del bar y puso un pie en la calle, una maceta le cayo, abriéndole la cabeza y produciendo le la muerte instantánea.

La gente que había seguido la escena, me empezó a mirar como si en aquella mesa estuviera sentado el mismísimo lucifer, pero en vez de rodeado de llamas, a su alrededor había botellas marrones vacías. Allí me encontraba como una triste figura, que no comprendía las miradas que le observaban, solo había dado una respuesta a una pregunta que a partir de aquel momento marcaría mi destino como oráculo del bar de la esquina del cual nunca más me pude levantar.

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